Encontré a Platero echado en su cama de paja, blandos los ojos y tristes. Fui a él , lo acaricié hablándole, y quise que se levantara...
El pobre se removió todo bruscamente, y dejó una mano arrodillada...No podía...entonces le tendí su mano en el suelo, lo acaricié de nuevo con ternura, y mandé venir a su médico.
.....
-Nada bueno, ¿eh?
No sé qué contestó... que el infeliz se iba...
....
Juan Ramón Jiménez,
Platero y yo
sábado, 21 de noviembre de 2009
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